Los pequeños “grandes” olvidados en Nuestra Pandemia

Los pequeños olvidados en la pandemia

Desde hace semanas, muchas semanas, pienso en nuestros pequeños héroes, esos anónimos a los que contínuamente intentamos enseñar y acompañar para ayudarlos a tener un buen futuro, para potenciar esa futura generación generosa, responsable y humilde… Además de ser personas felices y sanas, por dentro y por fuera.

Y me pregunto una y otra vez, ¿cómo vamos a lograr eso sí no nos preocupamos realmente por ellos y ellas, ni por sus necesidades reales? ¿si no adquirimos conciencia de sus necesidades? ¿Qué derecho tendremos a exigirles dentro de un tiempo, si cuando nos están necesitando no estamos a la altura?

Tal vez suene a crítica lo que comento, pero es más una reflexión tanto personal cómo profesional, es una lucha interior por aportar algo en todo esto que por desgracia, nos está tocando vivir… Nuestros pequeños y pequeñas son los grandes olvidados de ésta pandemia.

Estamos priorizando aspectos que realmente pueden ser importantes, o algunos de ellos a lo mejor no tanto, porque en mi sincera opinión y sin querer dañar a nadie, las borracheras de discoteca no son necesarias para mejorar nuestra calidad de vida. Y sin embargo, no se busca un equilibrio real, ¿que se hace realmente por garantizar el día a día de nuestros niños y niñas? Por desgracia veo y siento que muy poco.

Después de muchos años dedicados a nivel profesional a la infancia y las familias, y muchos más que espero que me queden por delante, y algunos viviendo la maternidad en primera persona, creo que hay necesidades que no se deben vulnerar, por supuesto las básicas de alimentación, cuidado, bienestar,… pero las necesidades emocionales son igual de necesarias. Los niños y niñas deben sentirse acompañados, cuidados, amados y se les debe permitir ser niños con todo lo que ello conlleva y en todos los sentidos, pudiendo tocar, sentir, reír, disfrutar, enfadarse, compartir,… entre otras muchas cosas y eso deben poder hacerlo con total seguridad, las familias no debemos sentir miedo de todas esas actividades y momentos que nuestros hijos e hijas tienen derecho a vivir.

Veo que cada día se prioriza menos esa seguridad, ¿dónde están esas medidas reales para una vuelta a sus vidas de una forma segura? ¿Dónde están esas personas que tienen el poder luchando por los que no pueden luchar por si mismos? Me preocupa y al mismo tiempo me indigna ver como se vuelca la responsabilidad en profesionales de la educación, la mayoría de ellos con vocación, a los que no se les da recursos ni medios para responder y actuar, es necesario y urgente tomar medidas para garantizar que se pueda retomar algo de vida, ellos y ellas lo necesitan, lo merecen y perjudicamos a sus derechos más básicos si no lo intentamos. 

Por supuesto, soy consciente de que hay otros colectivos en las mismas circunstancias, colectivos con los que también he tenido la suerte de compartir mucho en mi trayectoria profesional, por ejemplo: nuestros mayores que se merecen el mayor respeto y nadie se los ha dado, las personas con diversidad funcional o necesidades, sea del tipo que sea, entre otros… ¿Por qué a estos colectivos no se les da ese apoyo que tanto necesitan, de verdad hemos sabido priorizar en ésta nueva normalidad? Se merecen nuestro esfuerzo, el esfuerzo de aquellos que realmente pueden ofrecer recursos. 

Con éste artículo, sólo pretendo hacer pensar, no hacer sentir mal a nadie ni acusar, únicamente busco trasladar mis preocupaciones, lo  que veo y siento cada día y si es posible, con toda mi humildad aportar un pequeño granito de arena, porque juntos y juntas podríamos hacer mucho, porque necesitamos concienciarnos de lo realmente importante, y en la actualidad que nos hemos encontrado, el esfuerzo por apoyar a los que más lo necesitan es cuestión de humanidad.

Aprendamos de estos pequeños grandes héroes, que nos han dado lecciones de cómo aceptar y vivir una pandemia, de cómo sacarle partido a todo en ésta vida, yo intento aprender cada día de lo mucho que pueden aportar, pero es nuestra responsabilidad cómo adultos garantizarles una seguridad, ojalá seamos capaces de hacerlo, ojalá sepamos priorizar de verdad. Es el momento de demostrar si realmente conseguimos estar a su altura. Una humilde reflexión, de una humilde profesional y madre.

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